“Iban dos hombres paseando por el campo cuando , de pronto, vieron ante ellos a un toro enfurecido. Al instante, se lanzaron hacia la valla más cercana, con el toro pisándole los talones. Pero no tardaron en darse cuenta de que no iban a conseguir ponerse a salvo, de modo que uno de ellos le gritó al otro:
“¡Estamos perdidos! ¡De ésta no salimos! ¡Rápìdo, di una oración!”
Y el otro le replicó: “¡No he rezado en mi vida y no sé ninguna oración apropiada!”
“¡No importa, el toro nos va a pillar! ¡Cualquier oración servirá!”.
“Está bien, rezaré la única que recuerdo y que solía rezar mi padre antes de las comidas: Haz, señor, que sepamos agradecerte lo que vamos a recibir!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario